Lo bueno del futuro es que es incierto

Los tiempos que vivimos son harto interesantes. Nos llevan inexorablemente hacia una sociedad altamente tecnológica, preocupada por el ambiente (aunque incapaz de hacer todo lo que se necesita para cuidarlo), con segmentos de mercado cada vez más heterogéneos y dispares entre ellos, con sociedades más diversas por la migración, la lucha por igualdad de derechos de todos y todas, con productos y servicios que se veían imposibles hace sólo una década.

Los desafíos económicos, sociales y ambientales son complejos y las oportunidades que generan, son altamente atractivas. La erradicación de la pobreza, la disminución de la desigualdad económica o social, el acceso a más y mejor educación, el cuidado y protección del agua o los procesos de industrialización inclusivos y progresivos, son solo algunos de los sectores en los que habrá grandes cambios y, ojalá, resultados para la construcción de una sociedad global justa, igualitaria, llena de oportunidades para todos y todas.

Sin embargo, lo que se entiende como probable en el escenario global, tiene diferentes implicaciones cuando se analiza un sector específico. Lo que podría ser bueno para la esfera global, puede ser altamente perjudicial para uno sector o país en particular. Lo contrario también es cierto, lo que podría ser malo para el contexto global, puede ser una gran oportunidad para un sector tradicional o completamente nuevo o para un país o una región.

El análisis de tendencias y la “futurología” dan, cada vez, resultados más atinados. Baste leer la evolución de los libros de Alvin Toffler desde el Shock del Futuro hasta la Revolución de la Riqueza para evidenciar cómo, con mejores herramientas de análisis, se pueden identificar grandes macro tendencias que, efectivamente, afectaron la sociedad global como la conocemos actualmente. Por ejemplo, en La Revolución de la Riqueza en 2007, Toffler hacía reflexiones interesantes sobre la economía colaborativa como una apuesta económica y productiva fuerte, y es algo que, entre otras cosas, explica la ebullición de servicios colaborativos como Uber o Airbnb.

Sin embargo, cuando el análisis se concentra en sectores, empresas o productos particulares. La realidad es un tanto diferente. Lo que suceda con ellos dependerá del comportamiento de más variables que, además, son más específicas y, también, de las decisiones que tomen para enfrentar el futuro. En este sentido, las variables que inciden en la evolución de un sector pueden tener un conjunto de comportamientos posibles, pero es muy poco probable atinar cuál es el definitivo. Por esta razón, cuando se realizan análisis de riesgo, se construyen varios escenarios que grafican las evoluciones posibles de las variables y se identifican los que tienen mayor probabilidad de suceso, aunque en muy raras ocasiones se establece un solo escenario.

Lo que sucede con los sistemas de planificación usuales, es que se diseñan pensando que el entorno es estático y va a mantener su rumbo actual sin modificaciones. Asume que ni la competencia reaccionará, ni los clientes cambiarán sus preferencias, ni otras condicionantes como la economía, la tecnología o las tendencias sociales van a cambiar. Esto deviene en que los esfuerzos de planificación de largo plazo se vuelven insuficientes, a la luz de los cambios en el entorno, y obligan a las organizaciones a replantearse, una y otra vez, sus objetivos y estrategias de mediano plazo. A veces porque la planificación les quedó corta, a veces porque les quedó grande, a veces porque el contexto se tornó totalmente diferente y el mercado obliga a cambiar de rumbo con mucha rapidez y, generalmente, poca eficiencia.

En diciembre de 2018, las empresas vinculadas a la movilidad de las personas dentro y fuera de la ciudad (sector automotriz – particulares y comerciales – compañías de transporte, importadores de motos o bicicletas, etc.), probablemente establecieron objetivos de mediano plazo para las ventas de sus productos, el incremento de sus capacidades o la introducción de nuevos mecanismos de movilidad. Para ese entonces, algunas estimaron sus proyecciones asumiendo que la Alcaldía de Quito la ganaba Paco Moncayo y suponían un comportamiento estable de este actor político para la evolución de la movilidad, probablemente, manteniendo la inercia de los años pasados. Muy pocas personas en este amplio sector (o en otros) pudieron prever que ganaría Jorge Yunda. A lo mejor, ahora mismo todos los operadores están reajustando sus programaciones y esperan señales para identificar cuál será el camino que tome el alcalde electo, lo cual todavía sigue siendo un misterio.

Incluso sectores que se consideran permanentes ganadores, podrían hacer reflexiones sobre la evolución de sus negocios. La evolución de las criptomonedas y el desarrollo de la tecnología de Block Chain podrían modificar sustancialmente las condiciones en las que se mueven los operadores financieros. En semanas anteriores salió una publicación que sugería que Facebook podría estar detrás de desarrollar su propia criptomoneda para atender transacciones dentro de su plataforma. A lo mejor no sustituya todos los servicios bancarios, pero podría quitarles segmentos importantes en captaciones o sistemas de pagos.

El futuro no es unívoco. Tiene muchas posibilidades. Infinitas si nos apegamos a algunos postulados de la física. Diseñar un plan estratégico sólo para una de esas posibilidades podría ser insuficiente si las condiciones externas empiezan a comportarse de manera no esperada, y en el contexto de 2020, lo más esperable es que dichas condicionante lo hagan.

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